¿Y si me hago empresario?

Son diversos los motivos por los que pueden provocar un “salto al vacío”, y plantearse hacerse autónomo por cuenta propia.

De entre los motivos, los puede haber planificados, sobrevenidos o los forzosos, como única alternativa de supervivencia.

Los motivos planificados son aquellos que se han ido gestando a fuego lento, dentro de un entorno de comodidad económica, y fruto de una ambición, aunque con cierto respecto por si “seré capaz” de ganarme la vida: de abandonar mi zona de confort para experimentar nuevas sensaciones. Así es para los llamados emprendedores.

Otro motivo con bastante frecuencia son por causas sobrevenidas. Desde un cúmulo de circunstancias que, ya sean personales o profesionales, te derivan hacia un camino, pero que en el caso “profesional”, no es de recorrido dificultoso. En otros, los sobrevenidos por causas “personales”, existe un cierto grado de incomodidad por una falta de confianza inicial, pero que según se gestione, puede resultar bastante beneficiosa en el largo plazo.

Los forzosos son, sin duda, los que se llevan todo mi reconocimiento personal. Es donde se descubre el “animal”, en el buen sentido de la palabra, y se pone de manifiesto que el hombre es capaz de evolucionar mucho más rápido que cualquier otra especie. Darwin ya lo explicó.

Así y todo, estos supe humanos son los que más pueden requerir de un profesional que pueda ir canalizando y moldeando el carácter empresarial. Demasiada potencia laboral sin un control de la actividad, puede provocar un estrepitoso descalabro en pocos meses. Aceptar la condición personal de cada uno es una virtud que no demasiados estamos dispuestos a reconocer. Y en el mundo actual se hace imprescindible. Nadie lo sabe todo, y cada uno sabe lo que conoce.

Los tiempos nos van llevando a un sistema mucho más autonomista que laboral, y a los que nos quedan unos cuantos años, lo veremos venir. Los que aún están empezando en el mundo laboral, quizá lo lleguen a disfrutar.

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