El relevo generacional en la empresa

Sin duda uno de los momentos más críticos en cualquier empresa, es afrontar que quien la ha liderado durante muchos antes diga que quiere “descansar”. Existen muchos motivos: salud, jubilación, cansancio, etc. Y también las desavenencias familiares.

No hace falta que la familia sea como “Falcon Crest” para que se den problemas en el relevo generacional de la empresa. He visto caso que con 4 miembros ya tenemos los ingredientes para “amargar un dulce”.

En estos casos, suele existir un detonante de mucho peso que hace de punto de inflexión en la decisión a tomar por el actual responsable de la empresa: una enfermedad grave, un deseo de jubilación, una discusión familiar de gran impacto, etc.

No obstante, y según sea el caso, los relevistas se van a encontrar con un problema bastante recurrente: quien decide apartarse, no lo desea del todo. Y es este momento, cuando la empresa empieza a sufrir dolores de cabeza por una evidente “bicefalia” operativa, acompañada de una serie de desacreditaciones entre los relevistas y el relevado, que genera incomprensión e inquietud entre los empleados que lo sufren.

Resulta evidente pensar que una vez tomada la decisión por parte de quien comunica su voluntad de “apartarse” en cuerpo, su espíritu está demasiado vinculado a la empresa, por lo que no se ejecuta completamente el traspaso de funciones, generando una especie de “sede vacante” en el mando, que puede resultar desastroso para la empresa y para sus trabajadores.

Sería importante recordar que cada persona tiene su estilo. Y cada relevista debe impregnar a la empresa de su carácter, tal y como le sucedió al anterior relevista, ahora el relevado.

Y el relevado debe comprender que la experiencia no es más que recordar errores pasados (propios y de otros) para no cometerlos de nuevo; pero que a lo largo de la vida, surgirán otros errores que deberán ser afrontados.

Y el relevista debe entender que a quien le releva del mando empresarial, goza de una experiencia que debe formar parte de los cimientos de sus decisiones, eso sí, marcando un velo ante los empleados, para evitar que el temido monstruo de las dos cabezas se coma a la empresa.

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