El trabajo debería ser definido como la retribución de un dinero por el tiempo dedicado a la empresa.
Ni más ni menos, lo que estamos vendiendo es “tiempo” por “dinero”, es decir, una mera transacción comercial.
Las habilidades o conocimientos del empleado definen su valor en términos económicos; y en términos económicos debe ser recompensado. Y en un ejercicio de autocrítica, todos debemos tener una idea de qué conocimientos o habilidades tenemos para poder ofrecerlas al mejor postor, o para poderlos valorar debidamente.
Esta es, sin duda, la parte más difícil: definirse uno mismo. Hacer retrospectiva de nosotros mismos es una labor para la cual muy poca gente está preparada. ¿Quién no ha tenido la sensación de “saber quién es” pero que no es capaz de “asumirlo”?. La consciencia lo tiene claro, pero la razón se la quita. No estamos preparados para la autocrítica, o baño de realidad si se quiere decir así. Sin embargo no hay punto de partida para “enseñar” a los demás, lo que no se ha querido “aprender” previamente.
Definido el valor a nuestras características, de una forma objetiva y sincera, puede afrontarse con ciertas garantías el proceso de solicitar un aumento. No deberían usarse como excusas motivos familiares, económicos, lamentaciones y quejas. Simplemente poner sobre la mesa el valor de cada uno a quien debe pagar por ese valor. Una mera transacción comercial.
El envoltorio si puede tener algún componente más emocional, pero no debe ser el eje de la demanda de aumento de sueldo. Los conceptos “compromiso”, “fidelidad”, “honradez”, etc. deben ser el papel y el lazo para envolver nuestro “valor”, como epicentro del discurso.
En la reunión, los roles están muy bien establecidos: en un lado de la mesa, quien tiene el dinero para comprar nuestro “producto” con su “valor”; en el otro lado, quien desea poder ofrecer su “valor” en su “producto”. La empresa busca aprovechar su ventaja de “comprador”, y el empleado ha de ser capaz de transmitir todo su “valor” a la empresa.
De hecho, el empleado cuenta con su ventaja particular: no hay mejor “comercial” para vender su “producto” que uno mismo.